“En el año 2010, el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca y la Editorial Almadía celebraron los setenta años del pintor Francisco Toledo editando en complicidad una colección de poemas escritos en torno a la obra y la persona del artista y seleccionados por Ernesto Lumbreras y Efraín Velazco. Además de festiva, esta edición resolvió el gap que había dejado la publicación Toledo: la línea metafórica, realizada por Miguel Flores Ramírez en 1998. De tiraje modesto y actualmente convertida en una rareza bibliográfica, en ésta se empezaron a reunir los trabajos de poetas seducidos por el territorio erotizado del pintor. Pero la fascinación y el asombro que provocaba el aura magnética de este juchiteco no menguó en fuerza, y en los siguientes años continuó atrayendo literatos de todas latitudes y traducciones, abonando a la primera lista una diversa multitud. ¿Hacia dónde van los animales? 21 poetas dialogan con el arte de Francisco Toledo, recogió en su momento un delta de múltiples confluencias en torno de la obra del oaxaqueño. Ponerlo a circular nuevamente es una prueba de lealtad a la querencia tolediana por la lírica, pero al mismo tiempo, celebra el ingreso del artista oaxaqueño a la eternidad de la belleza indómita y a la memoria tribal de los que han combatido por un mundo más justo y fraterno.”
Originalmente, este poema se publicó en Toledo, la línea metafórica, una colaboración con Miguel Flores Ramírez (Oro de la Noche Ediciones). Reúne textos (en prosa y verso) de más de 70 autores “como un homenaje memorioso al artista por sus cuatro décadas de actividad plástica”, como lo dijo Miguel Flores Ramírez. “A poco de cumplirse 40 años de que este fervoroso artista nos venga enriqueciendo con su obra, sólo semejante a la humilde asunción de su prodigalidad, se han reunido voces de estos años que en su momento surgieron en forma de poemas o que se tomaron de prosas que sugerían una revelación poética”
Eterno retorno el animal se propaga se escabulle del pentagrama que forman las hormigas y los sapos un maleficio de vida y movimiento lo animan a montarse en el relámpago en un arrebato de pechos y madera hélices y selvas la tela es mimbre vegetal para el aullar de los huesos nada detiene el agitar de puntas y cuchillas, nada evita que los minerales se ataquen a mansalva hay una sed piramidal sobre la panza del arquitecto podemos verlo vertical alzándose sobre la forma de sus dedos Volviendo hacia las juntas, a las cuñas de su propio pensamiento domeñando las astas del cuadro la vocación de volcán que lo anima a dibujar el rapto del conejo o las fauces del fauno en un autorretrato podemos observar el trote de las manos sobre el lienzo el martillar permanente de los codos sobre la piedra la incrustación del cabello en cada trazo a cada golpe de cabeza nada detiene al animal que quiere regresar a casa nada tendría sentido si el Juchitán hablara avanzo por los caminos de Toledo y nunca salgo ileso las puntas de lanza que articula parecen infringirme daños ancestrales en una suerte de recuperación súbita de una memoria de larva nada detiene mis pasos que suenan en esa tela como los ecos de un disparo que siempre regresa. Si Juchitán hablará, me digo sumido en la pereza, si solo sus labios índigos se alzarán para emitir una letra, si Juchitán y Toledo fueran provincias de mi memoria tendría por fuerza que acudir a las telas, a las piedras, a las tablillas de barro para recuperar el aliento. Nada detiene al animal que quiere domesticar su sangre