Un árbol bastaría, un artefacto aéreo y abundante, un árbol sería suficiente para domar al sueño, un árbol hecho de trampas. Tan sólo un árbol decidido, un tobogán de jugos y pertrechos agitándose. Un árbol agitándose. No pido mucho, un árbol quizá, una manzana podrida, el giro de una rama clausurando a su paso el rumbo desteñido de la tierra, un espacio sin sombra, la luz enérgica y suficiente abriendo todas las zanjas de la vida. Una palabra bastaría para crear el árbol, una palabra enérgica, tal vez un verbo oscuro, ennegrecido por el aire y uno que otro racimo de sombras, una palabra hecha de zanjas Revista de la Universidad de México